Una tarde en el taller

jueves, 27 de septiembre de 2012

Un momento para reflexionar

ALMA, de Lucía Terra Vigil


Venimos al mundo y vivimos en sociedades preestablecidas. Papá, mamá, hermanos, abuelos, tíos, primos, etcétera, etcétera.
Luego concurrimos a educarnos en colegios donde también todo está constituido: maestros, directores, profesores, materias, conductas, amonestaciones, asistencia perfecta.
Más tarde debemos trabajar, si es necesario, en algún lugar determinado y no siempre lo deseamos, pero la sociedad espera que así sea.
A continuación, si nos enamoramos, nos casamos, tenemos hijos, estos a su vez traen nietos y muchos problemas, naturalmente lógicos.
Conocemos gente de distintas ideas y personalidades.
Por suerte, a lo largo de la existencia conservamos muchos conocidos y algunos amigos, con los que continuamos el camino de la vida.
Así llegamos a esta conclusión, de la mano de mi admirada Emily Dickinson:

“A las aventuras solitarias,
el alma está condenada,
custodiada por un solo sabueso,
su propia identidad”.

Es lo único que no cambia: nuestra propia identidad, la manera de actuar y pensar. Único tesoro que llevamos dentro, hasta el último suspiro, en nuestro paso por la tierra, con lo bueno y lo malo, con el dolor y la alegría.
Nada ni nadie podrá cambiar los principios que cada uno lleva en el interior del alma.


Agosto de 2012

Poesías a la hora el té

Nuestros queridos autores enriquecen las tardes con poesías que nos llegan al corazón.
Amalia Siro nos regaló estos versos, que nos gustaría compartir.


SIN LIMITES


Como truenos no esperados
cayeron besos sobre mi boca
se enroscaron brazos en mi cintura
horizontes abriendo puertas.

Penetraron tus ojos mi alma
olas gigantes envolvían,
arrastraban sin dejar respirar
el ser quedó al descubierto.

Colores
realidad sin límites,
manos calmando vacíos,
voces susurran amores.

Busco eternamente
caminar huellas,
brillantes, esquivas
          sin límites es mi encierro.

Tiempo, huyes
también esperanzas,
recuerdos quedaron
          sin límites, me aferro. 

                                                         Octubre 1997